De mi periplo por las capitales del Danubio y de las cosas que allí me sucedieron II

En este artículo seguiré relatando las diversas peripecias de las que fui testigo a lo largo de mi viaje por las capitales del Danubio. En la anterior entrega les había dejado en espera de saber que sucedía en mi tercer día de travesía, así que vamos para allá.

Día 3

Este día amanece bastante pronto, pues en Bratislava en verano tiene la costumbre de clarear a unas horas que en España serían pecado. Me desperté con la claridad (por esa manía de no poner persianas) a eso de las 5 de la mañana y ya parecían las 9, así que me dí la vuelta y aguanté hasta las 8 y pico. El caso es que allí los negocios abren muy temprano, de hecho un supermercado que había junto al hotel abría a las 6 de la mañana hasta las 8 de la tarde, y lo cierto es que no era la única tienda que tenía un horario tan estajanovista. Se ve que todavía están padeciendo las consecuencias del régimen comunista, por aquello de a trabajar y a producir mucho o a Siberia.

De cualquier modo el cielo estaba nublado, tal y como fue la característica durante todo el viaje, lo que quitó prestancia a los paisajes pero me ahorró unas cuantas sudadas estivales. Ese día iba a ser grande porque por fin iba a ir a Budapest, una ciudad con la que llevaba soñando mucho tiempo con visitar. La Meca del cine porno en Europa, el lugar del que salieron tantas de mis actrices favoritas del ramo como Michelle Wild, Petra Short, Dora Venter o Sophie Evans entre otras. También había interés por conocer su pasado artístico y su conversión como urbe del siglo XXI, claro está, pero el amor tiraba lo suyo, para que lo vamos a negar.

 

El caso es que dejé el hotel y me dirigí a la estación tras entenderme con el taxista de modo primario (se puso a imitar el sonido de un tren para corroborar que había entendido donde íbamos). Llegué a Hlavná Stanica (la estación de marras) y comprobé que había un ferrocarril al cabo de un ratillo, así que me quedé haciendo tiempo por los alrededores. En ese intervalo observé los medios de transporte de la ciudad, compuestos por autobuses, tranvías y «trolejbusy» o autobuses conectados a cables de tensión. También fui testigo de la amabilidad de un par de chicas que me increparon en un momento dado. Una de ellas me preguntó en eslovaco alguna cosa y cuando le dije que sólo hablaba inglés me preguntó de donde era, así que reconocí mi españolidad. Entonces me preguntaron cosas de España, qué hacía por allí de viaje y demás, deseándome un buen día a modo de despedida, que chicas más «salás», así da gusto.

Finalmente cogí el tren y me dispuse a ir a Budapest, en un viaje que iba a durar casi tres horas. Los trenes por Europa del Este son un poco irregulares, pues en el mismo convoy puedes encontrar polvorientos compartimentos de estilo decimonónico y asientos que ya los quisiera nuestra ínclita RENFE. Aunque la impaciencia hizo presa de mí, a uno le entra el sueño con los traqueteos y pude echar una cabezada. Finalmente arribamos a Budapest, llevándome la primera sorpresa cuando comprobé que allí los taxistas salen al andén para ofrecer sus servicios a los pasajeros. Yo esperé a salir del recinto para coger el transporte y pacté una cantidad cercana a los 20 euros para que me llevara al hotel ( y es que por estos lares es frecuente esto de los pactos, imagino que para sacar los cuartos a los turistas). Recorrí algunas de las calles de la ciudad, que se veía monumental y crepuscular. El cielo nublado ayudaba a aumentar la sensación de majestuosidad venida a menos, se veía que el siglo XX había pasado factura a una ciudad que fue esplendorosa en centurias pasadas. No obstante, pude apreciar algunos de las muchas edificaciones que colgaban de las colinas de Buda, y es que aunque suene a chiste malo, la ciudad se divide en Buda (la parte más antigua) y Pest (la más nueva), separadas ambas por el imperial Danubio.

Una vez aposentado me lancé de inmediato a recorrer las calles de la urbe. Como estaba en Buda, crucé el Puente de las Cadenas para llegar al otro lado mientras me deleitaba con el río, que es una de las cosas que me han quedado en la memoria de este periplo.Tras recorrer algunas de las calles céntricas me dirigí a una zona en la que se pueden ver estatuas erigidas a los héroes de la patria húngara, tras atravesar una inmensa avenida rodeada de edificios de estilo necolásico y alguno gótico. Como los pies empezaban a protestar de tanto andar decidí tomar el metro para volver al centro y así también conocería el suburbano de la ciudad. Este medio de transporte es tan pintoresco como suelen serlo en esa parte del mundo, con estaciones chiquitas y vagones más bien pequeños. Por dentro tienen asientos tapizados a la manera antigua y agarraderas de autobús de película de Harold Lloyd, a lo que hay que unir la música de pianola que anuncia las estaciones, al modo de la banda sonora de «El Golpe». Tan bizarro como encantador.

El día ya caía y había que buscarse donde cenar que allí la gente se recoge pronto. En esas andaba cuando me vinieron a hablar un par de mujeres, en una forma que me resultaba un «dejá vu» de las eslovacas de esa misma mañana. También me preguntaron qué hacía por allí, hablando de que habían estado en Barcelona, etc. La cosa empezó a torcerse cuando me sugirieron que les invitase a una copa en un reconocible tono zalamero, que a mí me era familiar en el género de las meretrices, y yo que pensaba que venían a darme un poco de palique como había sucedido con las otras. Las mujeres era bonitas y vestían normalmente, pero a mí eso me olió a chamusquina y decidí cortar por lo sano. El caso es que apenas unos segundos después de dejarlas vinieron a mí otro par de señoritas, más feíllas y a las que se les notaba más el rollo, así que apenas les dí bola aunque sólo me habían pedido fuego. Me metí a cenar una zamburguesa de esas de plástico y mientras tanto observé a mis elementas como increpaban a los hombres que iban solos por la calle para buscar el cliente.

Así era como funcionaba el rollo en Budapest, en pleno centro de la ciudad las prostitutas tomaban las calles e increpaban a los viandantes masculinos. El caso es que la primera pareja era bonita y podía haber seguido un poco el rollo, pero no quise verme metido en asuntos raros por apariciones inesperadas de terceras personas con mala leche. Mientras volvía al hotel por el margen del río y contemplaba los momumentos bellamente iluminados de noche me abordaron un par de putillas más, con pinta mature y con menos sutilidad que sus compañeras. Que pesadas las jodías, pardiez.

Con todo ello me fui a dormir, que tenía los pies llenos de ampollas que parecía un campo de melones y había que reposar para el día siguiente.

Día 4

El día amaneció fresco y lluvioso, más que verano parecía que estábamos en febrero. El clima me recordaba a esos días oscuros de mi tierra natal, que ves que va a llover durante todo el día. Además las ampollas apenas me dejaban anadar, pero como el rey Leónidas yo me crezco ante las dificultades y no estaba allí para quedarme en la habitación, qué caray.

Me apliqué pasta de dientes en las ampollas, pues si era buena para las quemaduras para este asunto algo haría también. Cogí mi paraguas y me decidí a subir las cuestas de las colinas de Buda. La lluvia era copiosa y el empedrado me castigaba las extremidades pero era un caso en el que no había lugar para el dolor. Así pude ver el Budai Var (el castillo de Buda), la iglesia de San Matías y recorrer algunas de las calles de esa zona, que parecían sacadas de un cuento. También quise subir a la Ciudadela, pero con lo alto que estaba, lo malo que hacía y lo mellado que estaba un servidor, tuve que abandonar la idea. Me fui al hotel a descansar un rato y a secar la ropa y pude ver en la tele húngara a Carlos Sastre ganar en Alpe D´Huez y dar el gran paso para conseguir el Tour de Francia que a la postre logró.

Una vez recuperado de los esfuerzos mañaneros el tiempo se puso de mi parte y dejo de llover. Así que me preparé para volver a las calles y crucé una vez más el Puente de las Cadenas para irme al centro de la ciudad y ver las calles céntricas. De este modo conocí el Parlamento, que se asemeja mucho al inglés por su construcción y su situación junto al río. También me acerqué a un islote situado en medio del Danubio y que albergaba una zona deportiva y arbolado para disfrute de estos húngaros de Dios. La verdad es que es impresionante la tranquilidad con la que uno anda por esos sitios boscosos en estos lugares, sin temer que algún desheredado vital venga a tocarle los cojones. Asimismo pude ver Barrio Judío, con su correspondiente sinagoga y su homenaje a los caídos bajo el régimen hitleriano, más palacetes que se hallaban desperdigados por los alrededores (todos ellos con la pátina que siempre deja el paso del tiempo) y algunos de los establecimientos más nuevos que se pueden hallar en tantas partes del mundo.

Cuando ya tuve suficiente por ese día me volví al hotel, no sin antes ver a poca distancia a mis amigas las prostitutas, que volvían a hacer de las suyas a ver si conseguían a alguno que les llenase de cuartos y hacer la noche. Lo cierto es que había unas cuantas reunidas en corrillo, seguro que tienen bien repartidos los flancos y se van en pareja a cubrir su respectiva zona cual si fueran una pareja de policarpos, qué cosas.

Así pues, me retiré a mis aposentos que las ampollas me estaban matando y mañana sería otro día. Pero eso es materia para una nueva entrega de este relato de mis peripecias por las capitales del Danubio, dentro de unos días les legaré la tercera parte de mis andanzas.

Se despide, suyo de ustedes.

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9 respuestas to “De mi periplo por las capitales del Danubio y de las cosas que allí me sucedieron II”

  1. laudrey Says:

    «que tenía los pies llenos de ampollas que parecía un campo de melones» JAJAJAJAJAJAJA

    Pues poco puedo aportar. Que me gusta leer tus aventuras viajeras, que publiques la tercera parte y que vaya pinta de guarrilla tiene la de la foto, esa no se camufla.

    Y eso. Que otra, otra…

  2. lasaga Says:

    laudrey, no se a que viene que te gustan tanto estas aventuras… parece que comentas por comentar… no he visto ningún comentario en la entrega anterior… igual quieres comentar luego por entregas no?
    encima vas y destacas el chiste más chano de todo lo que hay escrito que es cojonudo

    tenias que haber follao con alguna de esas joder, que para algo estas en este sitio

  3. lasaga Says:

    te he nominao como “Weblog brillante 2008″, pa mas info mi blog

  4. laudrey Says:

    Que me gustan estas aventuras viene a que me gustan, ni más ni menos. Cuando no tengo nada que decir, no lo digo. Pero decir que me interesa el contenido no creo que sobre. Comentarios con menos interés ya he visto tuyos en mi blog.

    ¿Igual quiero comentar luego por entregas? Si eso se refiere a que quiero ir comentando las diversas partes de este relato, pues sí ¿?

    El chiste no te hará gracia a ti, lo que no significa (ni mucho menos) que sea chano.

  5. lasaga Says:

    Es una mierda de chiste, así como tu autodefensa, parece que vas de guay ahora no? y el autor del chiste es un mierda también…

  6. laudrey Says:

    Exacto, todo se resume en que voy de guay.

  7. lasaga Says:

    no te creas mucho más guay por reconocerlo… y por cierto… que estás buscando… la piedra???

  8. laudrey Says:

    ¿Qué piedra?

  9. lasaga Says:

    ¿Qué cuadro? ¿Qué cuadro? El de la vaca que no t…

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